S. XIII Y XIV: LAS BEGUINAS

LAS BEGUINAS:

Mujeres libres en un mundo de hombres

«El movimiento de las beguinas es uno de los movimientos más interesantes y más curiosos que se han dado en la historia de la espiritualidad occidental. Las beguinas eran, generalmente, mujeres de la clase alta, o de clase media alta. En un momento en que se empieza a derrumbar el sistema tan estructurado de la iglesia y del mundo feudal aparece el deseo de una cierta libertad interior, libertad de conciencia, que cada persona se exprese por sí misma.»

“Las beguinas quisieron ser espirituales pero no religiosas, quisieron vivir entre mujeres pero no ser monjas ni canonesas, quisieron rezar y trabajar pero no en un monasterio, quisieron ser fieles a sí mismas pero sin votos, quisieron ser cristianas pero ni en la Iglesia constituida ni, tampoco, en la herejía”. (Maria Milagros Rivera)

CONTEXTO: LA BAJA EDAD MEDIA

Los siglos XIII y XIV dieron importantes mujeres místicas a la historia, en paralelo al peso que la mujer iba cobrando en la sociedad y en la comunidad cristiana.

En la baja Edad Media, cuando decimos que las mujeres estaban ganando peso, nos referimos a las mujeres pertenecientes a las órdenes religiosas, a la nobleza y la alta burguesía.

Fueron años de importantes abadesas, numerosas reinas y mujeres relevantes en el ambito cultural como Leonor de Aquitania (1122-1204), mujer extraordinariamente culta, protectora de trovadores, que durante casi medio siglo hizo y deshizo en la política europea.

La pérdida de derechos civiles por parte de la mujer no es consecuencia de la Edad Media, en buena parte marcada por el derecho germánico, sino por la progresiva introducción del derecho romano – que negaba la categoría de personas a mujeres y niños – y por el papel que el triunfo de la sociedad burguesa asigna a la mujer.

Algunas de aquellas místicas alcanzaron el reconocimiento público al ser consideradas oficialmente santas. Pero, sobre todo,  decidieron contar y escribir su experiencia y hacerlo en lengua vernácula, no en latín.

Hildegarda de Bingen (1098-1179)

Antes, ya en el s. XII, nos encontramos con una mujer excepcional : Hildegarda de Bingen (1098-1179).

Era una mujer poderosa, de gran carácter, que entiende a sus monjas igual que sus monjas la entienden a ella. Empieza a destacar inmediatamente como guía espiritual. Tiene un espíritu fino, delicado y es capaz de percibir los estados por los que iban pasando sus monjas y las personas que acuden a ella en busca de consejo.

La vida de Hildegarda es una mezcla de vida activa y de vida contemplativa. Hildegarda, monja, vive en el monasterio, pero tiene presentes y conoce perfectamente los problemas políticos de su tiempo. Hildegarda fue visionaria, música -compuso admirables obras, basadas en lo oído durante sus visiones- , médico, teóloga, pero, sobretodo, fue una mujer del amor. Hildegarda vivió el amor profundo y eso es lo que le hacía tener ese poder en todas las demás ciencias y en todos los demás conocimientos.

Las beguinas

Los siglos XIII y XIV fueron siglos de grandes convulsiones en el seno de la Iglesia romana. Papas y reyes se enfrentan en una larga lucha de poder.

 Frente a una iglesia oficial decadente se alzan numerosos movimientos que anhelan un regreso a la pobreza y sencillez evangélica, entre ellos las órdenes mendicantes como los franciscanos.

También hubo numerosos grupos cuyo exceso de radicalismo los coloca al margen de lo aceptable,  como el controvertido y perseguido movimiento cátaro.  

En este contexto surgió un grupo de mujeres que alcanzaron los más altos niveles de la experiencia mística. Además, comenzaron a divulgar su “ciencia”  en obras que se convirtieron en referentes de la literatura general y espiritual en sus respectivas lenguas. Fueron visionarias en dejar de lado el latín y escribir en sus lenguas vernáculas.

No se rebelaron pero parece que encontraron la forma de hacerse hueco.

No se casaron, pero tampoco hacían votos de castidad. Jamás estuvieron subordinadas a los hombres, ni como esposos ni como guías espirituales. Vivieron de sus rentas, si las tenían, y de su trabajo en la industria, la artesanía textil, la enfermería, el copiado de manuscritos, la enseñanza de las niñas y la asistencia a personas moribundas entre otras tareas.

Estas mujeres se caracterizan por una sólida formación cultural y teológica, unida a una experiencia mística personal profunda,  con frecuencia, con experiencias visionarias  Una vida de radical austeridad y libertad de espíritu.

 Epoca de las novelas de amor y caballería

Son gente culta que ha leído las novelas de caballería y del amor cortés que entonces circulaban por Europa. Intentan  explicar su mística en el mismo lenguaje:   la Dama Amor o  dama pobreza son el amor que ha de lograr el místico. Después, la dama es Dios mismo que atrae y gratifica con su presencia y a cuyo amor y unión definitivos se aspira. Sus escritos son, en el fondo, novelas de Amor.

La iglesia no las veía con buena cara, no las podía controlar.

«No había regla alguna definida de vida; no reivindicaban la autoridad de ningún santo fundador; no buscaban autorización alguna de la Santa Sede; no tenían organización ni constitución; no prometían beneficio alguno y no buscaban patronos; sus votos eran una declaración de intenciones, no un compromiso irreversible con una disciplina impuesta por la autoridad; y sus miembros podían proseguir con su trabajo normal en el mundo.»

Se reunían para la oración y para el estudio y, poco a poco, dándose cuenta de las necesidades de entonces, las beguinas empiezan a realizar algún servicio externo: cuidaban de los enfermos, cuidaban de las parroquias mal atendidas, pobres y miserables, cuidaban al párroco, limpiaban la casa, cuidaban de los ornamentos litúrgicos, pero siempre ocultas, en lo escondido. Las beguinas resultaron ser una fuerza espiritual profunda.

«El mero hecho de la existencia de las beguinas significaba para los eclesiásticos una clara denuncia de su postura: si ellos eran ricos, las beguinas eran pobres; si la iglesia hacía hincapié en el poder, las beguinas hacían hincapié en la espiritualidad; si el alto clero fomentaba la vida de lujo, la vida del poder, la vida del dominio, las beguinas destacaban por su la austeridad y por la profundidad de la vida interior; si la iglesia oficial hablaba de ortodoxia las beguina hablaban de experiencia. Sobre todo, una cosa llamaba la atención: vivían lo que pensaban. Había una coherencia perfecta entre su vida y lo que decían. Esa vida y esa coherencia interna las hacía muy fuertes, muy poderosas

A finales del siglo XIII llegaron a ser más de doscientas mil beguinas. Hubo algunos que las atacaron, pero hubo otros que se dieron cuenta de la importancia que tenía este movimiento en la iglesia. Algunos clérigos, como el cardenal de Vitry, las defiende: «Su nombre debe ser conservado y su voz transmitida. Mujeres audaces y bienaventuradas que nos recuerdan por qué y para qué hemos nacido».

Las beguinas cumplieron una misión importante: formar, educar, cultivar. Muchas de ellas volvían al mundo, sus votos eran temporales, vivían una temporada y salían; otras entraban cuando eran mayores y al revés.

Desde Flandes, en el norte de Francia y en Alemania, este movimiento se extendió por toda Europa. Aunque su presencia fue especialmente importante en Centroeuropa, hay noticia de beguinas en Cataluña y en el reino de Castilla.

La Iglesia oficial pronto empezó a mirar con desconfianza a estas mujeres, porque eran libres, porque ponían en evidencia la miseria moral y espiritual del mundo clerical y, de forma muy especial, porque expresaban sus experiencias místicas y su doctrina en lengua vulgar y podían ser entendidas por todo el mundo.

Empezaron a ser perseguidas, a algunas no les quedó más remedio que ingresar en monasterios convencionales, otras tuvieron que diseminarse, alguna se encontró con la hoguera de la Inquisición.

El movimiento continuó durante siglos en Centroeuropa, pero con mucha más prudencia. Su actitud y su experiencia, sin embargo, han llegado hasta nosotros y hoy parecen recobrar un nuevo atractivo, tanto por su doctrina basada en una mística experiencial como por su forma de vida absolutamente moderna en un mundo que ama la libertad y huye de los encorsetamientos institucionales.

«Las beguinas hablan de una mística de fruición y de una fruición de la esencia. Fruir significa disfrutar, gozar plenamente de una cosa, y gozar plenamente de la unión significa dos cosas: que Eso que busco, el objeto amado, ha estado desde siempre allí esperándome, y significa también que ese yo que creo que soy ha de morir, para dar origen a ese yo que en el fondo verdaderamente soy, aunque todavía no lo perciba con claridad o incluso a veces lo ignore».
Fuentes: Las mujeres en el misticismo cristiano (III) de María Toscano y Germán Ancochea  y La diferencia sexual en la historia, de María-Milagros Rivera Garretas

Juliana de Norwich

María de Oignies. Una mística beguina 

La luz resplandeciente, Matilde de Magdeburgo

3 comentarios

  1. Extraordinarias !!!
    Una alternativa a la espiritualidad,la caridad y en general el enriquecimiento personal y transferible,sin esclavitud,libremente.

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